Actitud y Aptitud

Hace unos días, estaba viendo un entretenido programa de televisión sobre cocina donde un conocido chef acude en ayuda de restaurantes en apuros, como entretenimiento nocturo pre-sueño, y la historia que contaba me hizo reflexionar sobre mi trabajo diario (aunque sean ocupaciones bien  diferentes). Sospecho que esta entrada va a quedar un poco en plan autoayuda, pero bueno, ahí va, espero que la disfrutéis y os haga pensar un poco.

La historia que se presentaba trataba sobre un restaurante en serios problemas económicos con una cocinera (y dueña) bastante terca y soberbia, incapaz de aceptar la más mínima crítica, que pensaba que todos sus platos eran maravillosos y además vendía humo. En su caso, había dos problemas: uno, que su manera de ser no le dejaba ver la realidad, y además le impedía un cambio a mejor, y dos, la ejecución de los platos no era la correcta, bien fuera por el proceso, calidad de los productos… Si recapitulamos, había un claro problema de ACTITUD y APTITUD. ¿Por qué me hizo reflexionar este caso? Es sencillo, estas dos características pienso que también deben darse en un buen fisioterapeuta, y si lo extrapolamos podría decir que prácticamente en cualquier persona que lleve a cabo un trabajo, pero me ciño a mi caso. Partamos de lo más elemental, ¿qué dice la Real Academia Española sobre estos dos términos?

actitud.

(Del lat. *actitūdo).

1. f. Postura del cuerpo humano, especialmente cuando es determinada por los movimientos del ánimo, o expresa algo con eficacia. Actitud graciosa, imponente. Las actitudes de un orador, de un actor.

2. f. Postura de un animal cuando por algún motivo llama la atención.

3. f. Disposición de ánimo manifestada de algún modo. Actitud benévola, pacífica, amenazadora, de una persona, de un partido, de un gobierno.

Real Academia Española © Todos los derechos reservados

aptitud.

(Del lat. aptitūdo).

1. f. Capacidad para operar competentemente en una determinada actividad.

2. f. Cualidad que hace que un objeto sea apto, adecuado o acomodado para cierto fin.

3. f. Capacidad y disposición para el buen desempeño o ejercicio de un negocio, de una industria, de un arte, etc. U. t. en pl. con el mismo significado que en sing.

4. f. Suficiencia o idoneidad para obtener y ejercer un empleo o cargo.

Real Academia Española © Todos los derechos reservados

Vamos con mi análisis del asunto… La aptitud es sumamente importante, puesto que garantiza que eres capaz de realizar una tarea, desempeñar un trabajo, etc. (por ejemplo, uno es apto para conducir una vez ha superado las pruebas de tráfico, por ejemplo, aunque las primeras veces no vaya con mucha seguridad, poco a poco irá automatizando el gesto, y entonces será cuando realmente tenga aptitud para conducir un vehículo). En mi campo, sería, por ejemplo, ser capaz de atender a un paciente adecuadamente, solucionando un problema que presente o mejorando su estado. También sería ser capaz de llevar un negocio adelante, con todo lo que eso conlleva a nivel de control de gastos, facturación, burocracia, atención al público, gestión de marketing… en fin, casi nada!!! Como podréis entender, no siempre se pueden cumplir estos requisitos (bien porque el paciente se te escape un poco de las manos, o no hayas sabido ver su problema, porque no tengas formación / experiencia en tal o cual campo de actuación, por falta de conocimientos en materia de empresa / emprendimiento…) pero todos estos problemas tienen solución, y aquí entra en juego el otro término, “actitud”. Pues sí, la actitud es fundamental, porque uno puede tener carencias en lo anterior, pero si se empeña, adoptando una actitud pro-activa, positiva, y se pone manos a la obra (trabajo, trabajo y trabajo), puede ir mejorando ostensiblemente en cosas que antes fallaba. Una buena noticia, siempre podemos mejorar, pero hay que querer.

En la fisioterapia, para poder llevar a cabo un trabajo satisfactorio, es fundamental escuchar a los pacientes realizando una buena anamnesis, como ya he comentado en otras ocasiones.

En fisioterapia, es importante no dar nunca nada por hecho, y reevaluar constantemente. Un ejemplo práctico que me ha ocurrido hace poco: tuve una paciente con dolor cervical (con limitaciones de la movilidad bastante llamativas) que irradiaba al brazo derecho, hasta el codo, con hormigueos en la mano, y también dolor importante y limitación de la flexión en el hombro derecho. Pues bien, procedo a valorarla con el Método Mckenzie®, en el que estoy formada desde hace unos meses. Tras las preguntas iniciales, que son extensas pero de vital importancia, llega el momento de los test de movimientos repetidos, una característica distintiva de este método. Tras realizar los test, veo que la paciente parece presentar un movimiento de preferencia claro, pues el dolor ha disminuido bastante, ya no tiene síntomas en el brazo y además la movilidad ha aumentado considerablemente, tanto en el cuello como en el hombro. Era uno de estos casos que parecen dibujados, de manual. Esto en Mckenzie® me indica que ese es el ejercicio que la paciente debe realizar en casa, en principio parece que está bastante claro, parece que va a responder de maravilla a la terapia mecánica. La idea en estos casos es que realicen el tratamiento que se les manda, pero al pasar unos días hay que revisar porque puede haber cambios. Yo ya estaba feliz de la vida, y para mí estaba hecho. Lamentablemente, la paciente en cuestión no podía volver hasta pasada más de una semana, así que le indico qué tiene que hacer si hay algún problema (entre otras cosas llamarme por teléfono).

Pues, para mi sorpresa, 4 días después me pongo en contacto con ella y me comenta que el día anterior le ha empezado a molestar mucho, que ha empezado a doler de nuevo el codo… y que había dejado el ejercicio. Hasta aquí bien, pero le comento que debería haberme llamado. La verdad es que me quedo totalmente desmontada, lo veía tan claro que no me podía creer que hubiera ocurrido eso, pero lo peor de todo es que en esos casos debe haber una revisión inmediata, y la paciente de momento no puede –o no quiere-, y de momento voy a quedarme sin saber qué pasará, si responderá a la terapia mecánica, si estaba realizando el ejercicio adecuadamente todas las veces que eran necesarias, si estaba realizando las correcciones posturales bien, si hay otras circunstancias que hayan podido influir, si tengo que aplicar otro movimiento distinto…

Un caso interesante, qué duda cabe… Pues bien, cuando me pasa algo así, saco la historia clínica de la paciente y empiezo a plantearme algunas preguntas: ¿Lo he hecho bien? ¿Dónde he fallado? ¿He tenido en cuenta todas las circunstancias que influyen? ¿Le expliqué a la paciente de un modo suficientemente claro cómo tenía que realizar el ejercicio? ¿He expresado bien que la clasificación que se realiza el primer día es provisional y hay que confirmarla en las siguientes visitas, que son vitales? ¿Era una paciente adecuada para este tipo de metodología? ¿Qué otra cosa podría haber hecho?

Como podéis ver, son muchas preguntas… además de las preguntas y revisar el trabajo realizado, en un trabajo casi detectivesco, reconstruyendo los hechos, uno puede consultar libros, artículos científicos, preguntar a otros compañeros qué harían… Aquí está a mi entender el quid de la cuestión, esa es la actitud, si yo me equivoco o algo no da los resultados que yo pensaba, para que en el futuro no me ocurra lo mismo tendré que reflexionar sobre lo que he hecho y ponerme a trabajar para cambiarlo. No puedo pretender obtener resultados distintos si siempre hago lo mismo. Obviamente, los pacientes también tienen responsabilidad, si no realizan lo que se les manda, si no vuelven con la frecuencia que se les indica… pero ahí está también la capacidad del fisioterapeuta para hacerles entender que todo eso es necesario, ese trabajo educativo es muy importante, a veces no le prestamos la suficiente atención.

¿Cuál es la conclusión fundamental de todo esto? La fisioterapia es un constante aprendizaje (cambia si quieres la palabra fisioterapia por vida, y verás que la frase sigue teniendo mucho sentido), donde hay que estudiar y formarse constantemente, trabajar duro, tener entusiasmo, cuestionarse lo que uno hace, educar a los pacientes, pero sobre todo, escucharlos, porque podemos aprender mucho de ellos. Para ello, es imprescindible tener una buena actitud, con ella, la aptitud sin duda llega, antes o después, pero llega.

Pacientes, esto vale también para vosotros, vuestra actitud es fundamental a la hora de afrontar los problemas de salud que os puedan surgir, ¡adelante con ello, con fuerza, trabajo y positividad!

¿Quieres que te ayudemos?

Encuéntranos

Contacta con nuestra clínica de fisioterapia 

 

Si tienes alguna duda sobre nuestros servicios, no dudes en ponerte en contacto con nosotras, y te llamaremos.

Política de privacidad

Call Now Button